Manual del buen Poliamor II

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En nuestro anterior artículo hablábamos de lo que se conocen como las biblias del poliamor, fórmulas milagrosas que aplicar para poder comportarnos en esta nuevas concepciones relacionales. Con estos manuales, comienzan los debes hacer esto”, “no sientas esto”, “todo es cuestión de hacer X“. Y así, en nuestra búsqueda ansiosa de un referente y camino a seguir para no perdernos, nos salimos de un esquema rígido monógamo para entrar en otro esquema, presuntamente rígido, de no-monogamia.

Esas guías a veces nos llevan a cortocircuitos. En la búsqueda de un referente nos adaptamos a nuevos esquemas (supuestamente más “postmodernos”) que igualmente nos encorsetan y nos dicen lo que tenemos que hacer, intentando encajar y adaptarnos a nuevas normas de funcionamiento.

Un cortocircuito es un aumento brusco de intensidad en una instalación por la unión directa de dos conductores de distinta fase. Es decir, los cortocircuitos en las personas son emociones, sentimientos y dilemas de gran intensidad en nuestro sistema, por la unión directa de dos estímulos (creencias, conceptos, mandatos…) distintos y opuestos. Utilizamos esta metáfora para poder explicar cómo a veces, las normas del poliamor” entran en conflicto con lo que estamos sintiendo, con nuestra visión del mundo, con nuestro proceso personal que está yendo a otro ritmo distinto al que nos dictan estos “debería“, y claro, vienen las culpas, la vergüenza y los replanteamiento de que algo mal está en mi.

 

Hemos visto muchas veces en terapia como la gente se está forzando a encajar, negándose y anulando su propio proceso, que requiere de tiempo, cariño y mucha paciencia para revisarnos y darnos cuenta de qué nos está pasando.

Las guías pueden ser referentes a tener en cuenta, pero los caminos tenemos que recorrerlos nosotres, al pasito que nos sea cómodo. No sería adecuado correr una maratón de 20km cuando apenas puedo hacer 5km sin perder los pulmones por el camino…

Los 10 cortocircuitos más comunes (Primera parte)

Cortocircuito número 1: todo TIENE que ser bonito y maravilloso.

Nos dicen en los libros, en las entrevistas de la tele y documentales, en Twitter… que todo es maravilloso. Recuerdo la primera vez que entraba en una comunidad de debate de Poliamor, y veía que las personas que estaban por ahí (mis referentes en ese entonces) sentían un montón de compersión, compartían momentos super bonitos, reconfortantes, plenos… y yo ahí muertita de celos y triste, encima más triste porque me sentía muy mal, y muerta de la vergüenza y culpa por tener que contar que a mi no me iba tan bien este nuevo modelo relacional…

Parece que si se ensucia la experiencia con malestares, inevitables a veces de determinados procesos de darse cuenta y de cambio, se transmite un mensaje de que “no está yendo bien” y “esto no es para mi”. Y ahí está el cortocircuito, ponernos en duda o señalarnos como que algo no va bien si no vivimos este reflejo de una imagen idílica de las redes y los medios. Me recuerda a lo aterrador del capitulo de Black Mirror “Nosedive“, vivir aparentando en las máscara de las redes sociales.

Esa experiencia en las comunidades de debate fue hace 6-7 años, y con el paso del tiempo he visto un cambio radical en esta cuestión, más gente se abre y expone su vulnerabilidad, y cada vez son más las personas que se juntan para hacerse soporte, compartir historias y hacernos ver que no pasa nada por estar mal, no pasa nada si la relación no es preciosa desde el minuto 0.

El cortocircuito por tanto se trata de pensar que mi relación actual debe ser ya como aquella relación que deseo, sin considerar todas las deconstrucciones que debemos hacer para adoptar e integrar esta postura no-monógama, pretender que sólo cuente lo bonito, rechazando, negando y culpabilizando el resto de cosas no tan bonitas, pero necesarias.


Cortocircuito número 2: “Mi modelo relacional tiene que ser rompedor y radical”

El activismo es muy, muy necesario, aunque a veces se nos vaya de las manos. Algunas veces hemos escuchado a personas decir, nuevamente con vergüenza y culpa “no siento que mi no-monogamia sea suficientemente rompedora y deconstructora, tengo que hacer más aunque me duela.”. ¿Qué significa esto? que si nos lanzamos a la piscina lo hacemos con un “All in”, y no es solo explorarse a ver cómo nos vamos sintiendo y cómo nos vamos adaptando a esto nuevo, sino que introducimos miles de elementos nuevos que hacernos cargo a la vez, y claro, el sistema se satura y se cortocircuita.

En el ser humano existe la necesidad de estabilidad, habitar espacios conocidos y seguros que podamos predecir, cambiar todo nuestro mundo de golpe nos puede dejar sin elementos conocidos a los que aferrarnos para saber dónde estamos. Quizás una pequeña apertura ya es un gran paso para ti, ¿cómo sería probar, explorarlo, vivirlo, integrarlo y luego ir a lo siguiente?. En esta sociedad impulsiva y acostumbrada a la inmediatez a veces se nos pierde esta noción humana de vista.

Ocurre en esto de hacer activismos que las no-monogamias empiezan a convertirse en una especie de ranking:
“Mi poliamor no jerárquico es mejor que tu poliamor jerárquico”, luego llega la anarquía relacional que dice: “no, eso que hacen ustedes es el mal bajo la palabra pareja”, a lo que responde la persona poliamorosa “Mi relación así es más completa…”, y suma y sigue… ¡toda esta conversación es digna de un meme!.

Si hacemos un ranking sobre las formas de relacionarnos no hay salida. La idea de hacer algo diferente genera una identidad y un grupo de iguales que se diferencian del resto. Si el activismo es decirle al de enfrente que está equivocade, no es un activismo ético y nos podemos cortocircuitar: En aras de ser la persona más “postmoderna” no estamos respetando la configuración relacional con la que me viva coherente. Sabiendo cuál es el sistema de valores que tiene la persona que tienes delante, podemos elaborar y ver el sentido de por qué se relaciona así, antes que señalar.

Este ranking también tiene otro cortocircuito: defender ideas puras en el algunas etiquetas hace que se quede por el camino gente con una idea parecida, pero con matices. Es como si se considerara “poliamor del bonito, del que brilla” a algunas formas concretas y el resto no encaja y está mal en este modelo relacional. No podemos estar hablando dando mandamientos de lo que tiene o no que hacer la gente, sino observar y ver lo que la gente está encontrando, cómo y desde dónde.


Cortocircuito número 3: en mis vínculos, todo tiene que ser igual.

Este cortocircuito se produce cuando pretendemos que en todos nuestros vínculos haya exactamente el mismo número de cosas: mismos días de citas, mismos abrazos y besos, coger de la mano a todas las personas que se pueda para que nadie se sienta en exclusión. Lo cierto es que cada vínculo es único y tiene necesidades diferentes.

Donde viene el lío es: jerarquía no quiere decir preferencias o importancia “si conmigo estás 3 días con X tienes que estar 3 días” “si conmigo quieres ir al cine con X también”. Es un jardín sin fin pretender que haya un reparto exactamente igual entre las personas.

Lo cierto es que cada diada es una unión única, ya que las personas (con biografías, formas de ser y mochilas tan distintas) configurarán dinámicas propias. Por eso es importante ver las relaciones de dos en dos.

Está bien el discurso activista que hace que todo sea todo lo más amnistía internacional que se pueda, pero las lógicas de los contratos y acuerdos relacionales no funcionan en el deseo, y nos empeñamos a meterlo con calzador, a protocolizarlos y hacerlos de manual.


Cortocircuito número 4: Si yo decido este modelo relacional, tengo que “apechugar” con lo que me venga.

Esto se ve muchísimo en cuanto a la gestión emocional. Muchas veces ocurre que tenemos clara la teoría, pero la práctica nos cuesta más. Es como cuando nos vamos a sacar el carnet de conducir, estudiamos y nos sabemos todo, pero estar en la carretera ya es otra cosa: saber cómo embragar, cómo se mueven las marchas, cómo se siente la velocidad y lo que nos provoca un STOP en una subida es otro tipo de procesamiento más allá de un razonamiento teórico.

Lo que quiero decir con este cortocircuito es que, esta cultura crítica con la vulnerabilidad emocional nos lleva a pensar que como somos capaces de crear contenido en nuestra cabeza, significa que podemos controlarlo todo, y como racionalmente decidimos explorar y vivirnos acorde a una idea, todas las consecuencias negativas en forma de malestar que nos venga va a ser cosa nuestra.

Las emociones son crónicas, transitorias y coherentes con nuestra historia, lanzarnos a de-construir esquemas, formas de hacer y pretender que todas nuestras creencias y heridas no se pongan en juego es como pretender parar una ola en la playa, que viene con fuerza y que por mucho que tu estés en la orilla diciendo “¡Para!” va a seguir su camino.

Nuestra red afectiva aquí tiene un papel muy importante. A veces soles no podemos abarcar con todo lo que nos viene, y un apoyo o el clásico “hombro en el que llorar” es una forma de desahogo y de gestión que nos hace bien.

El “si tú sientes eso tienes que controlarlo y gestionártelo tú” es otra trampa del neoliberalismo (idea individualista), que puede provocar el tirar pelotas para afuera en cuanto a responsabilidad en un compromiso y proyecto de diada. Si funcionamos individualmente en lo sexo-afectivo nos cortocircuitamos, el encuentro se produce entre personas y somos mutuamente influyentes, no nos carguemos con todo a la espalda sin apoyarnos con lo que nos pasa.


Cortocircuito número 5: La comunicación es primordial, ¿pero la honestidad radical?

La comunicación es la vía para entendernos. Poner todo sobre la mesa es necesario para saber en qué punto estamos, qué expectativa tenemos, qué necesito en este momento y en qué momento vital estoy.

El psicoterapeuta Brad Blanton en su libro “Honestidad radical. transforma tu vida diciendo la verdad” llama cobardes en una entrevista a todos los que no dicen las verdades más crudas a la cara. En aras de saber qué está pasando y tener la información sobre la mesa, caemos en la dinámica de contar todo a bocajarro y sin filtro, con la idea de ser moralmente superior por poder decirlo de forma “honesta” sin ser la persona cobarde que comenta Blanton.

Hay momentos en los que no estamos preparades para ciertas informaciones, ni tampoco estamos preparades para recibirlas de cualquier forma, y ahí se produce un nuevo cortocircuito.

Esta tendencia a la hiper verdad como condición moral, en el fondo es cínica y puede esconder por ejemplo, una gestión de la culpa de una de las partes: “Como yo no me quiero sentir culpable, te tiro la pelota, te digo lo que hay de una forma muy sincera y gestiona tu lo que te provoca mi culpa“. Es lo que en Escuela Sexológica se llamó “Sincericidio”.

Aquí podemos incluso romper una lanza a favor del concepto “don’t ask, don’t tell” (No preguntes, no cuentes). Aunque es verdad que si no tenemos la información de lo que está ocurriendo tendemos a rellenar ese hueco con nuestras mayores preocupaciones y catástrofes (y eso nos puede hacer daño), el arreglo de “ojos que no ven, corazón que no duele” no tiene por qué darse en el vacío, puede ser, en un momento dado, un arreglo funcional y poco lesivo.

El cortocircuito se trata de volver a la idea del ranking que dice si eso es “Poliamor bueno” o no, y puede ser juzgado por poco ético. Cabe reflexionar sobre para qué queremos saber ciertas cosas, desde dónde preguntamos/contamos y en qué momento estamos.

¡Pero cuidado con irnos al extremo!. Tampoco estamos hablando de caer en el “no te cuento para no hacernos daño”, esto podría ser una forma paternalista de sobreproteger a la otra persona con la ocultación de una información que puede doler, pero que sería necesario que tuviera.

 

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