El “Tone policing” y la gestión de conflictos

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A la hora de relacionarnos, sobre todo en desencuentros y conflictos, guardar la calma y decir las cosas como si estuviéramos en un telediario no es fácil. Somos emociones y su expresión nos moviliza. Lo ideal sería que no llevaran las riendas de nosotras, aunque la realidad es que van a seguir estando por mucho que las neguemos.

Negarlas, invisibilizarlas, y/o despreciarlas pueden hacer que caigamos en dinámicas que más que ayudar a encontrarnos, serán cómplices de más daño. Estas estrategias serán obstáculos en nuestra comunicación y a la vez, también son formas de ejercer opresiones (sobretodo en diferencias de privilegios). Hoy les queremos hablar de una de las clásicas y más usadas: El Tone policing y la resolución de conflictos. 

Este término no tiene una definición exacta al español, buscando las traducciones posibles vendría siendo algo así como (sacado de wordreference.com)

  • Tone: tono
  • Policing: vigilancia policial, patrullaje

El Tone policing sería la vigilancia o fiscalización (en actitud policial) del tono en la discusión / conversación, en lugar de centrarse en el contenido. Se trata de una falacia ad hominem que intenta restar valor a una declaración, atacando el tono en el que se presentó en lugar del mensaje en sí.​ 

En nuestros mundos relacionales suele ser algo frecuente, se nos remarca que la forma “adulta” de resolver conflictos es mediante la frialdad y la razón. Esta estrategia silenciadora mantiene a raya la emoción (y la opresión) de una persona que expresa una queja relativa a su situación, se silencian los pensamientos o puntos de vista (lo que dice) por cómo lo expresa.

Vigilancia o fiscalización del tono en lugar de centrarnos en el mensaje

El tone policing puede salir automático, y se nos puede colar en asambleas o gestión de conflictos si no somos conscientes de muchísimos ejes que podrían ser opresivos como el género, la raza, la clase, el capacitismo, las heridas emocionales y sensibilidades de cada persona… Puede partir de una visión sin maldad de que así podemos “comunicarnos mejor”, pero la realidad es que se termina imponiendo el mandato patriarcal de coherencia, claridad y estoisismo, controlando las emociones y vigilando el tono, obviando que la carga emocional puede ser una parte importante de dicho mensaje.

En un comic de Robot Hugs, se explica bastante bien y con más detalles cómo el tone policing protege el privilegio y silencia personas heridas, puedes verlo en este enlace

No voy a centrarme en toda la repercusión que desde el feminismo puede tener, sino que aprovecharé este término para debatir acerca de cómo a través del tone policing perjudicamos la comunicación y resolución de un conflicto.

Un conflicto es una oposición o desacuerdo entre personas (o cosas), se trata de algo esperable y muy común en cada interacción que tengamos. Somos muy distintas y particulares, ¡claro que tenemos puntos de vista distintos! La cuestión es que cuando existe un conflicto y emerge el tone policing, sucede ese momento tan hostil en que una persona (quizás por sentirse herida, atacada o interpelada por lo expuesto) se centra en la reacción emocional o la forma de expresar el contenido del conflicto, invisibilizando el mensaje principal. Y es así como algunas veces una conversación sobre un tema se deriva a otros aspectos que dificultan aún más la resolución de lo que pasó. Se desplaza lo que a priori era importante, provocando incluso una mayor discusión por falta de reconocimiento, heridas latentes, no lugar… todo puede comenzar con contra-argumentos como: “cómo te pones” “no me hables así” “relájate” “las feministas son unas histéricas” “no se puede hablar contigo con lo sensible que eres”, etc.

Las emociones son innatas en el ser humano, la carga emocional en un conflicto es inevitable (y hasta a veces, ¡da mucha información!), son cosas que nos mueven, que nos provocan algo (usualmente malestar) por lo que es algo que también deberían estar sobre la mesa si hablamos de comunicación para entender qué pasa, de qué forma, de qué está compuesto el conflicto, cuáles son las visiones de cada parte… etc.

Parafraseando a Adriana Andolini: “No estamos diciendo que esté bien insultar sin motivo o soltar exabruptos sin importar cuándo y a quién, pero sí estamos diciendo que la ira no es siempre algo a silenciar y ocultar. La ira también puede ser sana, traer consigo cambio. Cambio personal, cambio social. La ira puede hacer que otros escuchen, la ira no tiene por qué ser contraproducente. De hecho, nunca en la Historia de la Humanidad se le han concedido derechos a nadie a base de pedirlos educadamente. ‘Ser educado’ no es más que una expectativa social sobre el comportamiento, basada en unos cánones impuestos por un sistema de valores dado. No es algo que nos haga mejores o peores personas, solo mide el nivel de adaptación a ese sistema.”

Pero con este tipo de estrategias se puede llegar a entrar en dinámicas que no valen para la resolución, ya que no se llega a acuerdos ni hay un objetivo de llegar a un mismo sitio, sino que puede ser que ocurra que nos abanderamos en la defensa de nuestro ego perdiendo de vista el objetivo de encontrarnos en una diferencia.

Un ejemplo de esto: se pacta una serie de tareas en un grupo de convivencia, alguien repetidamente no hace o hace a medias la tarea en los turnos que le toca. Esto provoca un malestar prologando y acumulativo en el grupo de convivencia. Cuando se le señala esto, la persona al ser pillada en falta se enfada y recrimina que no son las formas de decir las cosas, centrando el debate en esta “injusticia” en lugar del contenido que llevó al comentario y lo que hubo detrás (se desplaza y silencia el tema de discusión). En este proceso no hay un reconocimiento ni responsabilización de las consecuencias de actos (o no actos), que era el tema central, sino un nuevo papel de “víctima” en cuanto a ofensa por el tono con el que se ha dicho, y un ataque dirigido a la primera persona.

Entonces ¿cómo hacemos?

Ojo Trigger warning! lo que exponemos aquí se trata de una visión en donde pueda haber cierta horizontalidad (partiendo de que nunca la hay en las dinámicas de poderes varios), y que no sería aplicable para relaciones de abuso, maltrato o de violencia premeditada y perversa.

Para que un conflicto llegue a buen puerto, a veces es necesario tener en cuenta las necesidades y las emociones que nos está provocando determinada situación, sin eludir y desplazar el tema que te ha provocado eso ni las propias responsabilidades en ese tema en cuestión. Como digo a veces “todas ponemos ingredientes a este tu puchero” y cuando nos interpelan tendemos a señalar a la otra persona. Sun tzu, en su libro el arte de la guerra proclama “no hay mejor defensa que un buen ataque”, y lamentablemente muchas veces vamos a gestionar conflictos desde esta visión. Vamos a defendernos con más argumentos, señalando otras cosas que sí has hecho o atacando directamente a la otra persona por la forma en la que se expresa. Así no se llega a ningún lado. Usando el “Tone policing”, pues, difícilmente podríamos resolver algo y lo único que lograremos es generar más violencia

Reconocernos los errores, aceptar la crítica, saber leer qué son nuestras interpretaciones o orientarme a ver qué heridas emocionales se me levantan es algo importante para la persona que recibe el mensaje.

Para que las emociones no sean un arma, y a la vez se puedan tener en cuenta, hay diferentes herramientas como la técnica del desplazamiento asertivo, es decir, reconociendo que un argumento te ha provocado una emoción intensa, no es el mejor momento para ponerse de acuerdo ni hablar nada (al estar en secuestro por una emoción), por lo que muchas veces un desplazamiento momentáneo es útil para que haya calma y retomar el tema en un futuro relativamente próximo, y así resolver el conflicto: “veo que esto nos provoca muchas cosas y es algo importante, ¿te parece que hablemos de ello dentro de dos horas?”

Pero como ya comenté para que esto sea útil es totalmente necesario que haya una visión hacia dentro, y darnos cuenta de qué estamos poniendo y qué está poniendo la otra persona para que se haya dado esta situación.

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