Pronto va a ser San Valentín y vemos como nos llenan de mensajes sobre cómo demostrar lo muchísimo que amamos a nuestra pareja a través del consumo, ya sea en objetos o en actividades (cenas, escapadas,etc.), hasta el punto que no hacer nada en esa fecha es señal de no querer a la persona con quien hemos decidido compartir una relación afectiva-sexual.
En su momento, la Iglesia Católica decidió asumir esta festividad (era una antigua fiesta pagana sobre fertilidad), y más recientemente el capitalismo ha decidido convertirlo en la excusa perfecta para que las parejas consuman masivamente, algo parecido a lo que ocurre con la Navidad. Como veis, en Indàgora somos muy críticas con ello y tenemos una posición propia al respecto, ya que consideramos el amor como algo diferente a este amor romántico que nos venden.
Nos hemos propuesto deconstruir este concepto en varios espacios, uno de ellos fue en el IV Cinefòrum sobre el amor, realizado en Diciembre, en el que visualizamos la charla TED de Mandy Len Catron “Una mejor manera de hablar de amor”.
¿Qué es el amor romántico?
El amor romántico es un concepto que engloba unas características propias, unas particularidades, unos conceptos delimitados, unos mitos e ideas concretas sobre qué es el amor. Para ello, cabe decir que el amor se entiende como un conjunto de sensaciones y emociones, juntamente con un imaginario colectivo lleno de creencias, intenciones, normas, mitos, etc. transmitido a través de la cultura. Por ello hablamos que es algo construido culturalmente; no aman igual en China que en Marruecos, en Argentina o en Siberia; sino que nuestros conceptos personales no pueden separarse de la influencia de nuestro entorno.
Construimos significado (del amor en este caso) a medida que vamos creciendo, a través de experiencias, valores, culturas, creencias y enseñanzas de nuestras personas significativas y del entorno. A raíz de todos estos medios llegamos a interiorizar una determinada idea de qué es el amor.
Si hacemos un experimento y te digo “piensa en un barco”… Probablemente tengas algo en mente, todos sabemos lo que es un barco, entendemos el significado, pero probablemente a la hora de describirlo encontremos diferencias significativas al respecto, que concuerdan con nuestro concepto personal de lo que es un barco, formas, tipos, colores… etc.
Coral Herrera, doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual, está desarrollando gran parte de su trabajo en desmitificar el amor romántico, dando visibilidad a la parte sociocultural y política del concepto, haciendo críticas muy consistentes al respecto y planteando una forma diferente de amar.
La parte romántica del amor tiene sus raíces históricas en el movimiento cultural llamado Romanticismo del siglo XIX. Antes se tenía otra concepción de la pareja, del amor, de la pasión,… Pero llegó éste y rechazó lo establecido (como hacía cualquier corriente nueva), haciendo apología de las emociones y de conceptos como la libertad, el individualismo y los ideales, concebidos como algo sublime, supremo, que promete un gozo y una satisfacción al obtener aquello deseado, casi inalcanzable en otros ámbitos.
A través de un complejo proceso social, en dónde han intervenido aspectos como el heteropatriarcado y el capitalismo, a día de hoy podemos decir que hay un conjunto de mitos concretos alrededor del concepto de amor, los denominados mitos del amor romántico.
Os invito a hacer el mismo experimento del barco:
Si te digo “piensa en el Amor”, ¿qué te viene a la mente?
Mitos del amor romántico
Hemos englobado varias creencias en cada mito, y aunque no es una definición rígida y definitiva, sí nos da cierto encuadre para entender la influencia de éste amor en las relaciones:
1. Mito de la media naranja
La idea principal es: necesitamos encontrar a otra persona que nos complemente, ya por nosotres mismes no somos suficiente para vivir en plenitud. Aquí encontramos la vivencia del amor desde la carencia, la falta y la necesidad de otra persona para poder sentir satisfacción y sentido a quiénes somos.
Si observamos lo que se inculca en cada género, vemos como a las mujeres se nos remarca especialmente este mito, ya que se transmite que el amor de pareja es el centro de nuestra existencia (véase cualquier película Disney). Es el fin a lo que todas debemos aspirar, lo que le da sentido a la vida, convirtiéndolo en algo esencial y central, en detrimento de otras áreas de nuestra vida (profesional, amistades, académicas,…), reforzando esta visión de medias naranjas.
A nosotras nos gusta considerar que somos personas completas, aunque no autosuficientes e independientes 100%. Consideramos que desde nuestra persona puedo sentirme en plenitud con quien soy, satisfecha con la vida que llevo y si a su vez, soy parte de un entorno social que pueden incluir relaciones sexo-afectivas desde mi decisión consciente, ésta puede aportar calidad de vida, red afectiva y ¡todo lo que traiga será bienvenido!.
2. Mito de la omnipotencia del amor
Cuántas veces hemos oído eso de que el amor todo lo puede, como si solamente su existencia pudiera resolver todos los problemas que tenemos en pareja. Tenemos esa creencia firme que el amor va a ser la razón por la cual todo se solucionará, obligándonos incluso a mantenernos en una relación donde claramente nos están maltratando, ya que “el amor lo aguanta todo, por amor se perdona todo, entrega total por amor”. Por ahí, nos justificamos creyendo que el amor puede hacer cambiar a esa otra persona y hacer (en un futuro) nos dé un trato más digno.
¡En cuantas películas los protagonistas pasan miserias y sufrimiento, y aguantan en nombre del amor!
Además, emerge la idea que cuando estamos en pareja, ésta nos otorga una felicidad plena, como si alguien tuviera en sus manos nuestra felicidad.
Sí, para nosotras el amor es uno de los ingredientes, pero para nada el único. En este vídeo, Bea nos cuenta otras habilidades necesarias para que las relaciones sean más éticas, cuidadosas, respetuosas y coherentes con nosotres.
3. Mito del enamoramiento
Creemos que el amor es sinónimo de enamoramiento, el cual se da en una fase inicial de una relación. Se caracteriza por la pasión, por estar llenes de emociones y sensaciones basadas en la novedad y en el gusto por aquello nuevo. Es todo un compendio de reacciones fisiológicas, hormonales, que nos llevan a un estado de éxtasis y pasión poco habitual y que solemos confundir con el amor. Aquí es donde “sentimos que queremos mucho a la otra persona”, nos sentimos embriagades por las sensaciones del enamoramiento, como si caminásemos llenos de júbilo, dando saltitos y cantando con los pajaritos (¡ay! ¡otra vez Disney!)
Entonces ocurre que con el tiempo esta activación no es sostenible (nuestro cuerpo es sabio, ¿os imagináis vivir eternamente como si estuviéramos colocades por amor?) y la relación deja de producirnos estas sensaciones embriagantes. Se produce un fenómeno que nos recuerda al de la habituación en el cual cada vez necesitamos más estímulo para conseguir las mismas sensaciones. Igual nos ocurre, entonces, a nivel interpersonal; nos habituamos a esa persona, dejamos de tener esa sensación pasional inicial y creemos que por ello dejamos de quererla.
Para nosotras, son dos procesos diferentes. Por un lado sabemos de la existencia del enamoramiento, de la atracción inicial. Por otro, entendemos el amor más como una actitud que engloba muchos aspectos, hacia la otra persona y hacia mi (hablando en términos de autoestima), algo diferente a la reacción pasional antes descrita.
En este sentido, os recomendamos la lectura de “Enamoramiento y amor“, de Francesco Alberoni, en dónde lo explica muy bien.
4. Mitos de la exclusividad y complementariedad
Aquí encontramos la idea que sólo hay una persona a quien querer de verdad y, a su vez, esa persona nos va a aportar todo lo que necesitamos de nuestras relaciones y con ella no necesitaremos a nadie más. No voy a sentir atracción ni deseo por nadie más en ningún otro momento de mi vida, nunca, jamás. Si lo hago, es señal de que no quiero a mi pareja, ya que este mito recae, sobretodo, en relaciones afectivas-sexuales.
Claro, partiendo de la base que nosotras nos movemos en relaciones no-monógamas, este mito se convierte en algo sin sustento, ya que evidenciamos que sí, que podemos tener una relación con compromiso, ética y consensuada y a la vez, sentir atracción por otras personas. ¡Hay tantas personas en este mundo! Aún más, pensar que yo tengo que serlo todo por otra persona, cubrir todas sus necesidades, estar disponible y pendiente a cuándo ella quiera, etc., Buf, ¡cuanta responsabilidad! Esta creencia nos limita en la medida que lleva a dejar otras áreas de nuestra vida desatendidas, ya que la de pareja es primordial y pasa por encima de las demás (según el amor romántico, claro).
5. Mito de establecerse como pareja
Este mito hace referencia a que cuando aparece el amor, éste debe llevarnos, obligatoriamente, a una unión estable, a establecernos como pareja y consolidar la relación, “ya que nos queremos”. Es lo máximo que podemos conseguir y algo que debemos hacer. El término “relationship escalator” lo explicita muy bien: se refiere a cuando ya se ha llegado “completar” cierto nivel (por ejemplo, tener contacto íntimo), inexorablemente aparece la obligación del siguiente (por ejemplo, tener sexo y definir qué somos). Y el siguiente va a ser pasar más tiempo juntes, conocer amigues, familias, irse a vivir juntos, tener hijes, etc.
Incluso diríamos que éste mito nos lleva a considerar que en todo matrimonio debe haber amor (de ese pasional antes descrito) y que esa unión no puede darse sin amor. Es decir, que toda pareja estable debe sentir entre sus miembros una pasión y un éxtasis durante todo lo que dure su relación.
Nosotras, al entender que el amor se da en múltiples relaciones, lo descentralizamos de la pareja y vemos que a veces podemos sentir mucho amor por alguien y no formalizar ni consolidar nada. ¿Se puede amar a alguien y no tener una relación de pareja? Aquí encontramos la anarquia relacional, la cual rompe incluso con la idea de pareja (hablan de vínculos) y aboga por la libertad de poder elegir qué compromisos adquirir dependiendo lo que se vaya construyendo y cómo nos sintamos al respecto.
6. Mito de la unidad
Aquí aparece la idea que cuando se es pareja, se es uno y todo pasan a hacerlo en este modo. Parece que los únicos espacios que no comparten son los del respectivo trabajo. Pero el tiempo de ocio, las quedadas, los planes, las vacaciones, etc. Todo pasa a ser un espacio compartido. Cualquier acción que se interprete como no inclusive de la otra parte, se ve como “señal de que algo va mal, ya que el otre quiere hacer algo sin mi”. Esto nos lleva a compartir todo nuestro tiempo libre y de ocio con la pareja, o con amigues y la pareja, o con familia y la pareja,… como si nos hubiéramos convertido en algo indisoluble.
Como podéis imaginar, esto nos lleva a carecer de espacios propios, incluso a solas. Decir algo así como “oye yo te quiero un montón, de verdad, pero también me apetece un montón estar con mi amige a solas”, resulta inconcebible. Dejar totalmente de lado nuestras individualidades, en pro de una colectividad, puede llevarnos a desconectarnos de nosotres y a dejarlo en un segundo plano en beneficio de lo que quiera el otre por encima de mi. Y esto suele anular a nuestra persona.
Por aquí nos parece idóneo ver qué espacios compartir con mi pareja y cuáles no, elegir yo qué hacer con ellos, a la vez que veo qué quiere la otra parte y llegar a un acuerdo en que ambes estemos a gusto.
7. Mito de las discusiones
Aquí encontramos las dos versiones: quien se pelea se desea, o si amas no peleas. Recuerdo que de pequeña cantábamos eso de “quien se pelea se desea y quien no, se morrea“. Nunca supe de dónde lo sacamos, pero creo ejemplifica mucho este mito.
En la primera versión, se confunde amor con violencia, con agresividad, como si el amor nos diera permiso a hacernos daño. Y si es verdad que en relaciones aparecen emociones, pero no por ello tenemos el permiso de atacar a la otra persona. Dar esto como aceptado es la puerta al sufrimiento, al dolor y al maltrato.
Por otro lado, la idea de que si quieres a alguien, no se discute, esconde cierto aire evitativo a las emociones y a la gestión del conflicto. Comparte la idea de aguantar lo que sea por amor, resignarse, anularse e ignorarse por amor, idolatrar al otre por amor, etc.
Para nosotras, la clave está en aprender a gestionar situaciones conflictivas basándonos en el (auto)cuidado, tanto de mi persona como de la otra, y en aprender a gestionar(nos) emociones. ¡Se dice pronto!
8. Mito de los celos
Una creencia muy extendida es la que los celos son señal de amor. Como si los celos fueran una demostración de lo mucho que amo y como consecuencia, aparecen los celos (como si fuera lógico). Cuantas veces hemos visto a personas celosas, dolidas, dominadas por todas las sensaciones que nos generan, sufriendo, enfadada y maldiciendo a la otra persona,…
Sentir celos no está ni bien ni mal: es una parte de nuestro interior que grita, como si fuera un panel de mandos en dónde se enciende una luz que indica que algo en el interior no está funcionando del todo bien. Consideramos los celos como la demostración de miedos propios e inseguridades, los cuales se despiertan en ciertas situaciones. En ningún caso proponemos eliminarlos, más bien trabajamos para acercarnos a ellos, ya que esto significa acercarnos a nuestro interior y ver qué nos está ocurriendo ahí dentro, escucharlos y ver qué hacer para que se conviertan en fuente de crecimiento.
Como veis, el amor romántico es una estructura compleja, de la cual se derivan un montón de creencias y conceptos que usamos diariamente y seguramente ni somos conscientes de ellos. Y aquí está la clave: ser conscientes de cómo estamos amando. Esto nos dará la libertad de poder empezar el camino de elegir, de ver si queremos amar de otra forma, sin tantas imposiciones ni mitos que realmente no hemos elegido. O no, porque también es legítimo ser conscientes que nos movemos con alguno de estos mitos y quiero seguirlos. Y a ver si a la(s) otra(s) persona(s) también le cuadra(n).
Tampoco creáis que une puede salirse fácilmente de estos mitos. El camino es duro, con muchos aspectos a tener en cuenta, aunque si es verdad que haber leído este artículo ya es un primer paso que te demuestra que, como mínimo, quizás te cuestionas este amor que nos venden en los anuncios. ¡Genial!
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