Manual del buen poliamor III

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Los 10 cortocircuitos más comunes (Segunda parte)

(Aquí tienes la primera parte, por si quieres consultarla)
Cortocircuito número 6: los celos no DEBEN existir.

Los celos son esa temible emoción en la boca de cada cual que escucha hablar sobre no-monogamias, “Ay yo no podría, moriría de celos“. Es la peor pesadilla tanto de las personas que se plantean estos modelos relacionales, como las que lo escuchan hablar desde la distancia. Y no solo por sufrirlos en carne propia, sino también nos hacen sufrir cuando no sabemos qué hacer cuando otra persona está pasando por ellos.

Los celos suelen ser señalados como la causa de que este modelo relacional que estás eligiendo no funcione, ni sea bueno “si te sientes tan mal con eso que eliges, es que algo malo está pasando y no está bien, o es que en realidad no quieres este modelo relacional” ¿Han escuchado alguna vez decir: “tu ten una criatura sola porque como tengas dos van a tener celos y claro, eso es indicador de que eso no está bien“?. Si se promulga eso de que con los celos no va a funcionar el poliamor” entraremos directamente en un cortocircuito.

Para nosotras los celos tienen más que ver con nuestra mochila monógama, heteropatriarcal y de amor romántico que hemos interiorizado a lo largo de nuestra vida a través de todos los mensajes que hemos introducido, y no tanto con el tipo de relación que hemos elegido. Otro tema es cómo vamos a entrar en otro modelo relacional, pero eso lo hablaremos en otro espacio!

Como comentamos en nuestro artículo “El laberinto de los celos”:

Los celos forman parte de nuestro emocionario y tiene diferentes lecturas dependiendo de cada persona. Son una compleja combinación de sentimientos, sensaciones, experiencias y reacciones puestas en marcha por unas emociones concretas.

Todas las emociones tienen una función y un mensaje que darnos, se activan por algo y tienen necesidades diferentes. Tristementeen esta cultura Mr. Wonderful cierto tipo de emociones están penalizadas, y no está bien visto estar triste, con enfado o con celos por la calle.

Apelando a este movimiento de “buen rollismo hedonista-individualista” (todo muy neoliberal, por cierto), en donde el mejor remedio para los celos es “sal a la calle con una sonrisa y la lluvia será maravillosa nos cortocircuitamos al pretender que todo tiene que ser maravilloso, sin permitirnos atravesar momentos de malestar (necesarios para entendernos, revisarnos, y sanar heridas enterradas de hace tiempo).

Y en estas sale el término “Compersión” como opuesto al sentimiento de celos, en donde se promulga que si ves a tu persona significativa feliz por los encuentros que está teniendo, sientes el mismo goce y alegría por la experiencia. Nos da la sensación de que este concepto se está usando bajo el paragüas de la psicología positiva (que reniega del malestar y ciertos procesos necesarios), como si fuera el nuevo eslogan del Mr. Wonderful de las no-monogamias.

Este cortocircuito se combina con el número 4 que explicábamos en la primera parte: “Como tu los creas, gestiónatelos tu“. De una cosa estamos muy seguras, los celos se acompañan con una actitud nutritiva propia, y con una red afectiva comprensiva y que nos sostenga, desde donde poco a poco puedo adentrarme en mis profundidades y deconstruirme.

No hará falta detenerse mucho aquí, hay muchísimo material sobre qué hacer con los celos y cómo gestionarlos, les recomendamos la lectura del pulpo de los celos traducida al catalán por Amors plurals, el libro de Kathy Labriola “El libro de los celos” y echarle un ojo al vídeo que grabamos en nuestro canal sobre este tema:


Cortocircuito número 7: Ahora que tenemos “libertad” afectivo-sexual exploremos y tengamos experiencias 24/7.

Esto es algo que suele ocurrir bastante sobretodo cuando ya hay un proyecto previo establecido, que una vez consolidado llega al acuerdo de explorar las no monogamias y las relaciones no convencionales. Cuando de pronto nos vemos con todas las posibilidades en nuestras manos… ¡nos vamos a quemar Tinder!

En palabras de Brigitte Vasallo “con los amores y el poliamor nos está pasando que andamos desbocadas porque de repente se puede y lo explica fenomenalmente en su sección de mentes insanas con la siguiente metáfora:

Esos bufetes libres donde ves cantidades ingentes de comida en los platos y en las mesas, cosas medio mordisqueadas y abandonadas sin más para ser sustituidas por otras, y te das cuenta de que nadie se va a poder comer toda esa comida y, si lo hace, se va a llevar una indigestión de dimensiones cósmicas. Pero como la comida está allí, disponible, nos da la sensación de que solo podemos consumirla. Hay incluso una idea de que eso es ser libre, lo cual es una chorrada evidente, porque si no puedes evitar comerlo ya me dirás qué libertad ni libertad.

Como ahora tenemos libertad” de movimiento (el entrecomillado es a consciencia porque aquí se podría debatir muchísimo), lo asociamos a explorar sin límites y tener muchísimas experiencias cada día de la semana.

 

Nosotras explicamos esta reacción con la metáfora del péndulo: si un péndulo empieza a cargar hacia un lado (tragando, aguantando, coartándose por ciertos mandatos, creencias y normas sociales de no hacer determinadas cosas porque “está mal“), llegará un punto en el que llegue al máximo de tensión en esa posición, y al soltar, no se irá a un centro equilibrado en donde se tenga en cuenta tanto mi exploración personal como la percepción de acuerdos/normas sociales, sino que pendulará hacia el otro extremo, hacia la exploración total sin límites ni consecuencias.

 

Este cortocircuito puede estar relacionado con el número 2: ahora que nos de-construimos y nos lanzamos a un nuevo modelo relacional, ¡vamos a por todas sin mirar atrás!

En este panorama se cae en el riesgo de la banalización de las relaciones, se dejan los cuidados afectivos por el camino, se pierde de vista que con quienes estamos tratando tienen emociones y sienten, y se fomenta una mercantilización y consumo relacional como explica Brigitte en su buffet.

Existe aquí también un privilegio que puede cortocircuitarnos si no lo tenemos presente, hay ciertas personas que pueden permitirse el explorar y personas que no. Si una persona tiene dos trabajos, una criatura y tiene que cuidar de un familiar, apenas podrá tener tiempo para sí misme, así que pretender tener tiempo para dedicar a diferentes relaciones, a la de-construcción y a la ética relacional va a estar muy complicado. La idea de que solo eres poliamor si estás practicándolo nos cortocircuita bajo este no-privilegio. Roma de las Heras lo explica maravillosamente en este fragmento de la entrevista que le realizaron en Proyecto Kahlo:

Una persona puede identificarse como poliamorosa independientemente de si está en una, varias relaciones románticas o ninguna (no necesariamente tengo que estar en una relación para saber qué tipo de relaciones van conmigo, igual que con la monogamia, y también con la orientación del deseo, hay quien sí y hay quien no ha necesitado estar con una persona de otro género para identificarse como hetero, bi, etc.), y también independientemente de si está en una relación monógama.

A la hora de repensarse los amores, y plantearse las diversidades relacionales, tengamos los cuidados en el centro, tanto de mi propia personita como de las personas significativas que tenemos en nuestra red afectiva, ¡incluyendo los metamores! (los amores de mis amores) en lugar de lanzarnos a la caza como animales sedientos de sangre y lujuria.

Explorarnos y tener experiencias es maravilloso y un proceso interesante para descubrirnos y conocernos. Estos modelos relacionales pueden ofrecer muchísimas combinaciones y formas de vivir por habitar, ¡así que intentemos hacerlo desde el deseo y no desde la urgencia!


Cortocircuito número 8 – Todos vamos a necesitar lo mismo.

Cada persona tiene límites y necesidades diferentes, así como explicabamos en el cortocircuito número 3, pretender que todos nuestros vínculos tengan equitativamente el mismo reparto de besos, actividades y tiempo dedicado es tan complicado y fuente de un potencial cortocircuito. Pues ocurre algo similar a nivel personal: cada persona tiene límites y necesidades diferentes.

En este cortocircuito se da por hecho que cada persona que configura el vínculo va a obtener lo mismo de la relación: “si tu haces X me estás dando permiso a hacerlo a mi también“. Ahí nos movemos desde la ética de la justicia, en dónde prevalece el valor de la igualdad por encima de todo (incluso de las personas que forman el vínculo, sus dolores, historias y sus necesidades), y creemos que tenemos que dar y recibir en la misma medida en las cosas que hagamos: “pues si tu te vas de vacaciones con X, yo también me voy con Y”. Esto lleva a pretender establecer los mismos límites para cada persona, como si todes fuéramos a necesitar lo mismo y todes reaccionáramos igual ante las circunstancias. Y esto no es así. 

Imaginaros que yo mantengo una relación no-monógama poliamorosa jerárquica, en dónde hay unos límites establecidos, iguales para ambas partes. Pero a medida que voy adentrándome en este mundo, conociendo gente, me doy cuenta que hay límites que para mí no son tan importantes y voy flexibilizándolos a medida que me voy sintiendo confiada y fuerte para ello. A la vez, bajo este mandato de la igualdad, espero que mi pareja haga lo mismo ya que yo lo hice por ella, forzándola a que siga mi ritmo y olvidándome que tiene el suyo propio. ¡cortocircuito!

Tenemos que tener cuidado porqué en este punto pueden aparecer una infinidad de conductas “bajo la alfombra” para conseguir más libertad: consensúo que mi pareja puede pasar la noche con otra persona, pero no lo hago de una forma genuina pensando en ella, sino que lo hago esperando que a cambio ella también me lo consensue respecto a mí. Esta jugada es un poco perversa, puesto que no estoy teniendo en cuenta qué le comportará a ella que yo duerma fuera, sólo tengo en cuenta mi deseo, y estoy enmascarando mi “concesión”, esperando algo a cambio.

A esto lo llamamos las monedas de cambio en las relaciones. Aquí el tema será ver como mi deseo tiene cabida en mi relación y hacerlo de una manera honesta y cuidadosa, sin ocultarlo.

Recordemos que los límites existen y se establecen en las relaciones por un deseo de cuidarnos y cuidar la(s) otra(s) parte(s), no tanto por un ánimo maligno de control. Ahora bien, seguramente mis límites son diferentes de los de mi pareja; quizás para mí dormir con otra persona es un límite, y quizás para mi pareja no, en cambio para esta persona puede ser muy duro que yo mantenga una relación sexo-afectiva con alguien conocido, y en cambio para mí no.

La cuestión aquí es ser cada vez más consciente de qué es lo que necesito, mis deseos y voluntades, y ver si esos límites establecidos con una pareja me permiten vivirlos o, al contrario, me estoy asfixiando demasiado en esta relación. En este caso, habría que hablarlo, y cada parte hacerse cargo de la otra para ver qué podemos hacer a la hora de encontrar ese punto medio entre lo que yo deseo y cómo el otre puede ser cuidade.


Cortocircuito número 9 – Tengo que llevarme bien con mis metamores y con todas las relaciones de mis relaciones.

El cuidado de nuestra red afectiva es un tema primordial para nosotras, y así como yo tengo mi red y mi núcleo significativo, mis personas significativas también, y éstas también… y así iremos ampliando y ampliando este rizoma relacional creando todos los lazos que nos unen.

Las parejas de mi pareja son mis meta-amores.

El libro “More Than Two” (que actualmente se está traduciendo gracias a Contintametienes) habla sobre estos tipos de vínculos, clasificándolos en tres posibilidades: relaciones compartimentadas, en red y poli-familiares. La mosca cojonera lo explica en este pequeño extracto del libro que nos regala mientras hace el trabajo de traducirlo.

“En cierto modo, tus metamores son como la familia en la que te criaron: Son personas que son parte de tu vida a quienes no elegiste.  Por supuesto siempre es muy útil que todas las personas se traten mutuamente de forma amable, incluso si no son amigas.”

El cortocircuito surge cuando pretendemos que todas las personas que se encuentren en esta galaxia social nos caigan bien y congeniemos perfectamente en una fuerte amistad, solo por el hecho de que forma parte de la vida de una persona significativa para mi. Suena todo muy bonito y sería ideal, pero a veces no sucede.

Lo que sí es primordial que exista es el respeto hacia estas personas, hacia sus vivencias y formas particulares de ser y de vivir la vida. Si desterramos el juicio y nos centramos en la humanidad, este escenario de no contacto puede ser viable si así alguien lo necesita. Con esto queremos romper una lanza a favor de las personas que deciden no conocer a sus metamores, o deciden que no quieren compartir ciertos espacios con elles por las razones que sean (por que no caen bien, porque le hace daño…) forzarse al poliamor de película en la que todas las personas compartimos la cama, nos reímos y nos vamos de fin de semana a Cadaqués a brindar es forzarnos a encajar en otra premisa de “debes funcionar así” que no nos hace bien.

¡Pero ojo con el péndulo! Otro cortocircuito es tratar a las demás personas como objetos y no como sujetos, como bien mencionamos en otros puntos, estas personas están en la vida de alguien importante para ti, y si existen tienen voz, opiniones, emociones y cosas que quizás también tengas que escuchar (aquí sería meternos en un jardín sin fin de contextos relacionales en donde hayan situaciones de encuentro, desencuentro y necesidades de ciertos acuerdos o conversaciones para la co-existencia de todas las partes). En este aspecto recomendamos siempre muchísimo los artículos de Natalia Wuwei en su blog estructura difractada, en donde narra las “Memorias de una C”:

Hay una norma social implícita que dice que las parejas (o las más ‘principales’) tienen siempre preferencia y que obviar cosas que afectan a quien no son pareja no es nada negativo.


Cortocircuito número 10: “si está todo hablado ¿por qué reaccionas así?”

En el curso de Escuela Sexológica se comentaba: “el error número uno de las relaciones cuando se abre la pareja es creer que por decir “vamos a ser poliamor” ya se ha llegado a un acuerdo“. Esta es una de los corolarios básicos del constructivismo, metodología psicológica desde la que trabajamos en Indàgora: cada persona tiene su propio mundo de significados personales sobre conceptos a priori generales, y lo que una persona puede entender por “Poliamor”, “Fidelidad” o “relación abierta” puede tener un sin fin de matices diferentes para otra persona. 

Muchos manuales sugieren antes de abrir la relación plantearse ¿qué significa todo esto? y llegar a la mayor exposición y aclaración de detalles que sea posible. Si no llegamos a estos niveles, de entender el mundo de significados de la otra persona y desde dónde está diciendo lo que dice y qué necesita y espera de este proyecto, entraremos en el cortocircuito de leer sus actos desde mi mundo de significados, y entonces no entendernos jamás.

El cortocircuito aquí es pretender también que ciertas emociones que nos surjan (porque recuerden, somos humanes y llevamos a la espalda una mochila de experiencias, heridas y aprendizajes) no deban existir porque ya está todo hablado (como en el cortocircuito número 6). Sucede tanto como ataque a la persona que está sufriendo la emocionalidad o el malestar de lo establecido, como la persona en sí que está pasando por ese momento “Si esto estaba acordado ¿cómo es que me estoy sintiendo culpable?

Establecer unos acuerdos, aclarar cuestiones y marcar una hoja de ruta no significa que ésta sea estática y para siempre. Si no permitimos la flexibilidad y revisión de qué nos va pasando con lo que hemos hablado entraremos en otro cortocircuito: asumir y resignarnos que esta relación será así y no re-construirnos por el camino.


Estos cortocircuitos son escenarios que nos hemos ido encontrando como problemáticas en sesiones, cómo las personas se fuerzan en adaptarse a unas normas de funcionamiento, perdiendo su coherencia y sus necesidades por el camino.

En ningún momento pretendemos con las sugerencias para no cortocircuitarnos generar un nuevo manual de poliamor que nos termine encorsetando nuevamente, solo favorecer la reflexión y dar luz a una forma de acompañarnos un poco más nutritiva y facilitadora de los procesos que, inevitablemente vamos a pasar de-construyendo viejos modelos e introduciéndonos en estas nuevas formas de vivirnos.

¿Se te ocurre algún cortocircuito más?

Estaremos encantada de ampliar la lista, ¡segurísimo que hay muchos más!

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