La evitación en la fobia social

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Este artículo tambien está disponible en audio gracias a Davinia Velázquez

Las estrategias de afrontamiento son todos esos esfuerzos que realizamos (a nivel psicológico, emocional o conductual) para hacer frente a las demandas internas y ambientales de la situación en la que nos encontremos, como puede ser un posible conflicto o situación difícil. Una de las estrategias más comunes de reaccionar ante una situación alarmante, dolorosa y preocupante, que nos causa una ansiedad o estrés elevados, es la evitación.

Las reacciones de lucha o huida fue descrita inicialmente por el científico fisiólogo Walter Bradford, en su estudio con animales veía cómo éstos reaccionaban con una descarga general en el sistema nervioso simpático, que preparaba el cuerpo para luchar o escapar. Osea que el cuerpo se tensa y se prepara ante una situación de alerta para responder de dos formas: Haciendo frente, o evitando.

La evitación por tanto implica la no aparición de un estímulo aversivo, se da una respuesta antes de la aparición del posible estímulo que nos provoque malestar, por lo que no ocurrirá aquello que tememos que ocurra. Esto tiene una función importante, ya que nos protege cuando interiorizamos que no podemos dar respuesta a ese potencial peligro, así que se puede considerar un mecanismo de supervivencia.

El problema ocurre que ante tanta evitación, es probable que nunca llegemos a comprobar si realmente tenemos las habilidades y los recursos necesarios que requieren la exposición, y así, ¡evitaremos más aún!

Un ejemplo práctico: Si yo tengo miedo de la respuesta que me puede dar Pau cuando le digo que me ha molestado su comentario, porque no se cómo gestionar el conflicto que su enfado pueda generar, tenderé a evitar decirle nada, a callar, a guardar (con el gasto y la carga emocional que esto puede generar) y a interiorizar que no se cómo decirle a Pau estas cosas, ni se cómo gestionar los conflictos, lo que me llevará a situaciones similares volver a evitar.

La evitación también puede verse como la conducta que se adopta cuando el riesgo de no poder mantener un nivel aceptable de “exposición a los riesgos de vida” pone en peligro la integridad del sistema (mi identidad) y su capacidad de previsión “Estoy tan mal que si no evito...”

Cualquier persona si camináramos a solas y de noche en un bosque oscuro y desconocido, oyendo ladrar fuerte y cerca a muchos perros (¿o lobos?) tendería a adoptar un comportamiento de fuga que obviamente tiene sus ventajas en términos de protegernos, por lo menos, de reducir los riesgos a que esos posibles lobos vengan a por mi. Esto explica que, en situaciones de riesgo extremo o muy alto la evitación resulta útil.

Pero el problema es cuando la utilizamos en situaciones que no entrañan ningún riesgo físico, pero que nos parecen dificilísimas, porque si que pueda resultar que entrañen un riesgo más psicológico (rechazo, mala imagen, enfados, rupturas…)

Sandra Sassaroli y Roberto Lorenzini explican muy bien este fenómeno en su libro “Miedo y Fobias. Causas, características y terapias” en donde desde un abordaje constructivista nos da claves para entender fenómenos como la fobia social:

“Si evitamos, parece que nos sentimos mejor, pero en realidad la evitación implica una reducción de las posibilidades cognoscitivas y a la larga una reducción de la predictividad. Poco a poco aumentan las cosas, situaciones, circunstancias que parecen ser extrañas y peligrosas, y cuanto más aumentan éstas, más se siente en dificultad, más es el encuentro con lo desconocido y más se tiende a evitar dichas situaciones.

El miedo refuerza al miedo, es un círculo vicioso.

[…]
Las cosas que se temen y que se evitan son diferentes para cada persona […] y a medida que pasa el tiempo aumentan. Así pues, el miedo se generaliza y la evitación también, la persona se bloquea cada vez más y siente más necesidad de protegerse. Cada vez se hace más fuerte el control que se ejerce sobre el ambiente y la reiteración y periodicidad de la necesidad de este control, incluso en la actividad mental.
A medida que pasan los días y las semanas, tanto si el ataque de pánico (ansiedad o cualquier otro tipo de síntomas) se repite como si no se repite más, la conducta de evitación, ligada a la sensación de continua amenaza que poco a poco lo bloquea todo, hace que la situación llegue a convertirse en un verdadero drama, y convierte a la persona, antes segura de sí misma, en un sujeto asustado, frágil, retirado y pesimista.
[…]

Las estrategias de reducir la exploración y endurecer el sistema porque uno no se siente capaz de afrontar las dificultades normales de la vida tiende a confinar el universo de las exploraciones en un ámbito pobre y poco creativo. La persona restringe al máximo sus salidas fuera de casa, evitando exponerse demasiado. De este modo restringe las áreas del mundo que podrían causarle preocupación. Además, en estas personas, la tendencia a ver el mundo bajo un único prisma hace que sea muy difícil inventar y adoptar otros puntos de vista y explorar nuevas ideas, es decir, no ser repetitivos.
[…]
Poco a poco, al evitar explorar, ampliar y enriquecer el sistema mediante el ensayo y el error, se extiende el área de lo desconocido, se dilata lo ignoto. Esta situación hace que el mundo esté lleno de miedos, y que el contacto con la vida cotidiana sea cada vez más difícil. Poco a poco el miedo se convierte en la experiencia dominante, en la vivencia que se impone a todas las demás, y finalmente en la “nota existencial” dominante que deja poco espacio a la vida misma.”

El miedo a nuestro propio miedo hace que a veces reaccionemos en situaciones de exposición mediante la evitación o huida, esto es, salir del escenario o no afrontarnos a la situación en sí para no sufrir los posibles (y anticipados) síntomas de ansiedad que nos puedan venir.

Lo que ocurre cuando evitamos, es que empezamos a restringir nuestras experiencias en la vida, quedándonos en experiencias marcadas (probablemente dolorosas y desde luego de las que no se quieren repetir) y no podemos aprender cosas nuevas acerca de nosotrxs mismxs y nuestro desempeño en nuevas situaciones.

Este mecanismo es algo que se ve mucho en personas que tienen un elevado nivel de ansiedad social, en donde las relaciones suponen un peligro anticipado e interiorizado, en donde hay tanto miedo a juicios, a rechazos, a posibles situaciones de hacer el ridículo que provoca que continuamente evitemos exponernos a vivenciar esas situaciones, a poner en práctica nuestros recursos y habilidades, y por tanto a continuar con la idea de que no tenemos las habilidades necesarias para afrontar lo que nos exige la vida.

Desde Indàgora nos gusta la idea de explorar, tal y como dice nuestro nombre, indagar en nosotrxs mismxs y en las situaciones que se nos presentan, como si fueramos científicxs que estudiamos, que investigamos y explorando lo que son las situaciones, es por ello que muy próximamente crearemos un grupo de terapia para la fobia social en Barcelona, conociendo los mecanismos de la evitación, la idea es crear un entorno seguro y de confianza en donde poder explorar nuestras habilidades y recursos, en un grupo que apoye, soporte y entienda las vivencias que nos atraviesan.

Si te interesa, puedes contactar con nosotras en espai@indagora.es 🙂

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