¿Te ha pasado alguna vez de bloquearte al hablar con alguien?
¿Sentir nervios ante una exposición?
¿Tener miedo de que alguien piense mal de ti?
¿Anticipar tantas cosas que al final te has descolgado del plan?
Si respondieras afirmativamente a estas (y muchas cuestiones similares) mucha gente (y profesionales) te pondría la etiqueta de “Fobia social”, como si fuera un sello de calidad a tu identidad, que quedará como de calidad flojita, ya que hoy en día tenemos esta dichosa costumbre de ver como un estigma el malestar humano, con esa fatídica sentencia de “no eres normal”.
La fobia social se diagnostica a través de coincidir y cumplir una serie de criterios expuestos en el Manual Diagnóstico de Trastornos Mentales (DSM-V) de la asociación americana de psiquiatría, entre los que figuran:
- Miedo o ansiedad intensa en una o más situaciones sociales en el que estamos expuestos a posibles examenes por parte de las personas.
- El individue tiene miedo de actuar de cierta manera o de mostrar síntomas de ansiedad que se valoren negativamente
- Las situaciones sociales casi siempre dan miedo o ansiedad
- Las situaciones sociales se evitan o se resisten
Y yo me pregunto… ¿Y a quién no le ha pasado estas cosas?. Hoy en día, las presiones, mandatos y mensajes, generalmente contradictorios, que vamos recibiendo (En cuanto a educación, normatividad y otros cantares en los que no nos meteremos ahora) nos confunden mucho, está bien ser humane y tener emociones y nervios, pero a la hora de comportarte mejor que tengas éxito, no fracases y haz todo perfectamente impecable a la primera, no manches tu expediente con fallos.
Siempre digo que los anuncios de cerveza de verano aportan mucho al malestar personal, nos vende un modelo relacional super alegre, lleno de energía, con miles de experiencias (eso de la precariedad ya para otro momento) y sobretodo con muchísima gente alrededor, miles de amiguis con les que brindar y echarte unas risas. Tal y como comentábamos en nuestro Cinefórum sobre el poder de los introvertidos:
“ La extroversión se vende como una característica necesaria para poder enfrentar el día a día y conseguir ser alguien de renombre, que destaque e importante. Siguiendo esta dinámica, las personas introvertidas empiezan a ocupar un plano secundario en donde incluso está mal visto ser de esta forma y llega a enjuiciarse con valores y etiquetas negativas.”
¿Por qué nos hacen mal estos anuncios? Porque creamos un imaginario colectivo de socialización y disfrute, que no siempre está a nuestro alcance, ni tiene por qué ser nuestro estilo. Ante la comparativa entre lo que nos venden y nuestra situación actual o preferencias, nos hundimos, ya que nos vemos como bichos raros que no se adaptan a “lo normal”, y al salir a forzarnos a encajar en este modelo tendremos tanto nervio de no estarnos comportando de la manera socialmente más aceptable que nadamos en “sintomatología”, ¡y venga nervios!, ¡y venga a sudar!… ¡y a sudar más porque estoy sudando! y claro, me están viendo ponerme roja.. Y lo mejor que se nos ocurre hacer es salir corriendo porque ante tanta sobrecarga de estímulos me abrumo, y no tengo ni idea de por dónde empezar a hacerles frente!
Y luego viene el DSM-V y algunas intervenciones terapéuticas a comentarnos que “El miedo o la ansiedad son desproporcionados a la amenaza real planteada por la situación social y al contexto sociocultural.”, cada vez que escucho a alguien diciendo que son “pensamientos irracionales” o “miedos inventados” me da como un pequeño shock, ¿bajo qué criterio? Porque pensamos que para las personas que pasan eso es bastante real y nada desproporcionado, ya que somos seres que conceptualizamos el mundo y creamos significados, mis anticipaciones y construcciones de lo que me da miedo es muy cierto para mi.
Siguiendo a Villegas: “la formación de la conciencia moral supone la integración de los límites impuestos por la realidad física y social” […] “Los sentimientos de vergüenza, culpa y fobia social constituyen los marcadores inequívocos de la existencia de una regulación basada en las normas en un contexto social. En general se distinguen dos tipos de sociedades, las de la vergüenza y las de la culpa. En estas últimas los ciudadanos interiorizan las normas y se sienten culpables cuando dejan de cumplirlas. En cambio, en las sociedades de la vergüenza todo está exteriorizado y sus miembros tienen que evitar ser sancionados externamente por lo que hacen mal, que es todo lo que mancilla su honor o su buen nombre”. Prometeo en el diván.
Despatologizando la fobia social: se trata de ansiedad en contexto sociales
Las estadísticas dan vértigo: La fobia social es el tercer trastorno mental más común en adultos, estimándose su prevalencia mundial entre el 3 y el 13%. En España, según la «Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud» (Ministerio de Sanidad y Consumo, 2006), la prevalencia vital es del 1,17% (1,06% para hombres y 1,28% para mujeres). datos sacados de la revista Psicothema 2011. Vol. 23, nº 4, pp. 560-565
Con este contexto social, y sumado el mundo médico que se encarga de meterle categorías diagnósticas a toda vivencia, nos encontramos a muchas personas que vienen a terapia con la etiqueta ya puesta de “Fobia social”. Nosotras en vez de fobia social, hablamos de ansiedad social, ya que se trata de un conjunto de manifestaciones en donde por tener mucha ansiedad ante la presión de relacionarnos en este mundo social con tantas normas y protocolos ocultos, nos bloqueamos, evitamos fracasar, nos aislamos, dejamos de tener experiencias, de explorarnos y conocernos, !y claro! Nos da pánico por todo lo que se pone en juego aquí.
Recuerden que la ansiedad es la tapa de las emociones, como comentábamos en nuestro artículo sobre la olla de las emociones. Así pues, a la hora de exponernos socialmente y sentir ansiedad, sería interesante pararnos a reflexionar ¿qué emoción hay debajo?
Por lo general detrás de la ansiedad social hay muchísimo miedo y no debemos menospreciarlo. La funcionalidad del miedo es la de protegernos ante una amenaza percibida (y aquí no hablaremos de irracional o no, ya que si nosotres interpretamos que eso es una amenaza será por algo que hemos aprendido e interiorizado en nuestro mundo de significados personales). Por lo tanto tenemos dos elementos claves en la ansiedad social: una necesidad de protegernos ante una amenaza percibida. ¿Y qué percibimos como amenaza? será cuestión de ir a bucear e indagar en nuestra biografía (las experiencias que me sirven ahora como mapa para interpretar la vida) y contexto socio-cultura (lo que nos dicen que es / tiene que ser las relaciones sociales y nuestra identidad)
Nuestra propuesta: Terapia de grupo para la fobia / ansiedad social
Las técnicas más utilizadas para la ansiedad social, sobretodo desde enfoques cognitivos conductuales han sido la desensibilización sistemática (llegando a la exposición en vivo), la relajación, el entrenamiento en el manejo de la ansiedad, el entrenamiento en habilidades sociales, diferentes técnicas de reestructuración cognitiva.
Desde Indàgora planteamos otra visión de la problemática y por tanto otra intervención: una terapia de grupo para la ansiedad social.
Tal y como venimos exponiendo en este artículo y siguiendo la teoría de constructos personales de G. Kelly (1955), hablamos sobre dilemas implicativos en la coherencia de la identidad de la persona, en la cual se producen ciertos conflictos a la hora de habitar la vida que se traducen en ansiedad. El enfoque constructivista en el trabajo con la ansiedad social, la detección de “conflictos cognitivos” y el trabajo terapéutico con los mismos, proporciona un valioso “foco” para la terapia, el entendimiento del cliente en su contexto de coherencia, un aumento consecuente de la calidad de la alianza terapéutica, la minimización de la oposición al cambio, y como resultado, una alternativa de tratamiento potencialmente más eficaz (Feixas, Saúl, Ávila-Espada y Sánchez, 2001).
Suena paradójico y aterrador el hecho de que si te genera ansiedad moverte e introducirte en situaciones sociales, la propuesta para tratar este malestar sea yendo a un grupo terapéutico. El hecho es que se ha ido estudiando y demostrado la utilidad y los grandes beneficios de la terapia grupal frente a terapias individuales en diferentes ámbitos y patologías, y concretamente, en el ámbito que nos concierne y atendiendo a las intervenciones clásicas, vemos que se trata de un dispositivo en donde poder aunar exposición, autoconocimiento (búsqueda de la coherencia interna), ampliación de perspectivas y resignificación de conceptos (en lugar de reestructuración cognitiva) y sobretodo salir de la idea de que somos bichos raros aislados.
Se trata de un potente recurso que queremos ofrecer dentro de un contexto seguro y controlado con un objetivo claro y conciso acerca del beneficio que puede traer este apoyo y formato a las personas que viven la ansiedad social.
El valor de la experiencia vicaria compartida, el vivir y conocer de primera mano problemas y preocupaciones parecidas a las que nos atañen, así como la empatía de personas que padecen igual que nosotres, produce una vinculación y una identificación que favorece la cohesión social y nos muestra que no estamos soles en nuestro malestar, favoreciendo apoyo, comprensión y formas nuevas y diferentes de hacer frente a una solución diferente a la que venimos intentando. Por tanto, esta experiencia de primera mano dentro de un grupo terapéutico tiene gran importancia en lo intra e interpersonal, en la comprensión del problema y de nosotres mismes y en la forma de relacionarnos con nuevas personas.
Estamos convencidas de que un grupo terapéutico adquiere su mayor peso en la medida en que, operando como un sistema, aprovecha la fuerza de las interacciones entre las personas que participan del grupo como la variable más importante para promover el cambio. Junto al trabajo terapéutico, un apoyo y una autoayuda por parte del grupo favorece que el avance en pro de una solución sea más duradera, estable y agradable.
Un grupo nos da sentido de pertenencia, la propuesta que lanzamos desde Indàgora se trata de un marco grupal en el cual compartir problemática común sin juicios, obteniendo acompañamiento, apoyo y motivación así como técnicas personales en función de cada experiencia habitando la ansiedad social. Esto, junto con la psicoeducación acerca de lo que nos pasa (comprensión de la ansiedad y sus mecanismos, pensamientos o eventos que la disparan o sostienen, etc.), el entrenamiento en técnicas de control de la ansiedad y el acompañamiento y guía profesional en la tarea de comprender y afrontar síntomas y situaciones temidas, con ejercicios y afrontamientos específicos para cada participante, hará de esta propuesta un marco integrativo y completo para el abordaje de la sintomatología del miedo a la interacción social.
Un grupo social puede ser aterrador, pero un grupo terapéutico es sinónimo de apoyo, de fuerza, de empuje entre todes para la búsqueda de esa situación de bienestar que nos haga aprovechar la vida.
¿Contamos contigo? 🙂
2 Respuestas
Belén
Cuánto bien me hubiera hecho leer este artículo hace unos años! Como persona introvertida he tenido que cargar desde bien pequeñita con la presión por relacionarme más, en más ocasiones, con más personas… Y lo único que conseguía era aumentar la ansiedad y además dañar poco a poco mi autoestima muy profundo, siempre comparándome con lo que “debía ser” y no conseguía alcanzar… Hasta que a base de sufrir me di tregua a mí misma y ya mayorcita llegué a mi límite: tú eres así, y no pasa nada, no haces daño a nadie, si no juzgas a los demás por lo mucho que hablan o lo mucho que se relacionan con otres, qué sentido tiene que te juzguen a ti por eso o que te tengas que sentir mal por ser así? si yo no pienso que haya nada malo en ser extrovertido?
En esta sociedad a veces nos cuesta tanto aceptar la diversidad… Gracias, bonitas, por dar visibilidad a esto. El otro día escuché a una chica decir “los demás cuando me definen lo primero que dicen es que soy tímida, y yo creo que precisamente eso es lo que tapa el resto de mi personalidad”, cuánto trabajo personal me costó darme cuenta de que “tímida” era una etiqueta más dentro de las muchas cosas que soy, no la que más importaba, como había estado creyendo durante años. Ahora abrazo mi introversión con mucho amor y mucho orgullo.
Un abrazo 🙂
Beatriz Cerezo
Mil gracias por tu comentario Belén!!
Tal cual lo que dices, las etiquetas parece que se usan como puñales para decir “eres esto (y por tanto está mal o está bien, según sentencia)” cuando tal y como dices “ser X forma parte de las muchas cosas que soy”. Abrazar eso, y abrazarnos en otras formas de ser y posibilidades de actuar nos parece la mejor expresión de la coherencia propia y de la autoestima 🙂
De nuevo mil gracias por toda esta reflexión! de seguro que ayuda muchísimo a otras personas que estén replanteándose y pasando por lo mismo 🙂 🙂