El 31 de Diciembre es día de preparativos, de celebración y cotillón, de re-encontrarse y celebrar el final de este año que pasa.
Estos días forman parte de la época de revisarnos, son días de recapacitar sobre quién hemos sido este año que se acaba, qué nos gustaría ser en el próximo, y qué podemos hacer para acercarnos más a nuestro ideal de persona, crecer, mejorar, evolucionar… y así, con todas estas reflexiones y planteamientos empieza a surgir una lista, surgen los propósitos de año nuevo.
Dejar de fumar, perder peso, beber menos alcohol, comer sano, ahorrar… forman parte de los diez propósitos de Año Nuevo que con más frecuencia incumplimos, según publicaba la revista Time en 2012.
Está claro, la intención es buenísima, parece ser que algo ocurre con los métodos que hace que estemos haciendo aguas. Según un estudio, las personas renuncian a sus propósitos de año nuevo debido a la falta de auto-control, el exceso de estrés y las emociones negativas asociadas a ellos. Esto puede ser tanto causa como consecuencia de la frustración de una mala planificación o formulación de estos propósitos tan bienintencionados
¿Por qué hacemos propósitos de año nuevo?
En momentos de cambio nos planteamos nuevos cambios, así, podría decirse que un cambio lleva a la perspectiva de otros cambios. Fechas como fin de año, un cumpleaños, aniversarios, la vuelta de las vacaciones de verano… son momentos idóneos en donde nos paramos a pensar qué queremos cambiar de nuestra rutina que nos haga sentirnos mejor. Esta vuelta a la rutina después de la fecha significativa, es un movimiento hacia una nueva “estabilidad” y hábitos que anticipamos será diferente a la que teníamos.
Estos propósitos tienen que ver con una especie de ideal del “yo” y muchas veces, cegados por esta imagen idílica de cómo queremos ser a partir de X fecha, perdemos la perspectiva de nuestro momento actual y situación vital, no tenemos en cuenta lo que somos, nuestro entorno o nuestras posibilidades, como fortalezas o debilidades para lograr estas metas, que terminamos exigiendo e imponemos para cambiar. ¿Cuánta presión no?
Según un estudio realizado por el psicólogo Richard Wiseman, solo el 12% de las personas consigue lo que se propone cada vez que el calendario señala el inicio de un nuevo año. Un estudio de la Universidad de Scranton, Pensilvania, revela que nueve de cada diez personas que establece propósitos de año nuevo fracasan, debido a que se plantean de forma vaga
Muchos de estos propósitos se repiten año tras año, convirtiéndose así los del año pasado en los del año nuevo y vuelta a empezar. Cuando no conseguimos lo que nos proponemos nos genera frustración, y al final nos achacamos este fracaso a nuestra acción o valía para cumplirlos, enviándonos mensajes negativos minando así nuestra autoestima…“si es que no tengo fuerza de voluntad”, “soy un desastre”, “que inútil soy”, “nunca acabo lo que empiezo”
Estos propósitos que se repiten son importantes para nuestra autoestima, identidad o bienestar personal, pero pueden ser unas exigencias demasiado elevadas para el momento en el que estamos, o al estar formulados de una forma abstracta y poco planificados se hace muy difícil la constancia, los propósitos que se formulaban con tanta ilusión por el cambio se terminan convirtiendo en un arma de doble filo que en lugar de hacernos sentir mejor, nos hace sentir peor.
Los buenos propósitos tienen así un lado amargo que se revela a lo largo del año, según vamos comprobando que no los hemos podido cumplir. “No haber conseguido lo que uno se ha propuesto es frustrante, pero en lugar de sentirnos incapaces, lo que hay que hacer es analizar dónde estuvo el error”, aconseja el psicólogo Pedro Rodríguez en su entrevista en el Confidencial.
El problema no somos nosotrxs, sino quizás el tipo y la forma de los propósitos que nos proponemos.
¿Qué hacer para conseguir propósitos?
A continuación vamos a proponer una serie de pasos para poder establecer unos propósitos de año nuevo que no nos destruyan por el camino, trabajaremos con estos puntos en nuestro próximo taller del 13 de Diciembre en Indàgora
Primer paso: Revisa y pregunta
Lo primero que hay que hacer antes de empezar a hacer listas es reflexionar, preguntarnos.
- ¿Qué me propuse el año pasado y no conseguí? ¿Es lo mismo que me propongo ahora?
- ¿Por qué te pones el mismo propósito siempre? ¿A qué quiero llegar?
- ¿Qué me dificultó conseguirlo?
- ¿Cuál es realmente mi objetivo?
- Y cuáles nuestras posibilidades de alcanzarlo?
Sería recomendable también darnos un tiempo para reflexionar sobre el ideal de persona que cada uno tiene en mente, por qué tenemos eso en la cabeza, de dónde viene y de qué forma imaginamos que eso cambiará el rumbo de nuestra vida, a veces una exigencia muy alta sobre nuestro auto-concepto puede hacer que nos destruyamos más si no somos siempre la versión más perfecta de mi y lo que verdaderamente nos proponemos alcanzar y cómo, planteemos los propósitos desde una autoestima coherente.
Segundo paso: Especifíca y concreta
Por ejemplo, plantearse “estar más sano/a” no se trata de algo concreto, sino de un propósito ambiguo que nos puede llevar a frustrarnos si no ideamos un “plan de acción”. Muchas veces nos planteamos objetivos que son difíciles de materializar en acciones concretas, “ser feliz” puede incluir un sin fin de momentos, situaciones y acciones, sin embargo concretar qué cosas en tu vida te hacen feliz y proponerte una organización para que tengan espacio en tu día a día sería más adecuado para que sea más tangible.
- Para poder planificarnos bien es importante definir y concretar de qué se trata exactamente este propósito, qué factores pueden influir en él, como por ejemplo, si quiero ir a correr a la calle cada X, ¿qué hago cuando llueva?.
- El objetivo final del propósito debe depender de nosotros mismos (o al menos en gran parte). Por ejemplo “encontrar trabajo” depende una gran parte de nuestro esfuerzo y por otra de las oportunidades que se presenten, por lo que habría que redefinir el objetivo destacando nuestro papel en su consecución “Movilizarme y hacer todo lo posible por encontrar trabajo en tal sector y en tal ciudad”. No son buenos objetivos los que dependan del completamente del azar o de otras personas “ganar un sorteo”, “que mengano me pida perdón”,… podemos hacer cosas para propiciar éstas situaciones, pero no dependen de mi, así que como objetivo básico no valdrían, sería conveniente redefinir qué es lo mejor que podemos conseguir de estos propósitos que esté de nuestra mano “enfadarme menos con mi padre” “aceptar que mi padre tiene una forma de ver la vida diferente a la mía” por ejemplo.
- Cuidado con la inmediatez. Si queremos ponernos en forma, no podemos pretender haber conseguido muscularnos a finales de enero. Los resultados no son inmediatos, y siempre podemos dar un paso atrás, es muy importante contemplar que puede ser que tengamos “recaídas”, pasos atrás, pequeños resbalones y saltos de propósito, contemplarlo como parte normal del proceso puede llevar a que no nos desilusionemos ni tiremos la toalla, sino verlo como una forma de aprender y levantarse. Si la expectativa que se tiene es de inmediatez, eso provocará que abandonemos si no vemos los efectos rápidamente. Otra de las cosas que nos lleva a desistir de nuestros intentos de cumplir, es que nos rendimos rápidamente. Tenemos muy poca paciencia y, como hacemos propósitos demasiado generales, es difícil que se cumplan en poco tiempo. Eso nos lleva a desistir y finalmente al fracaso.
- Calibra expectativas con realidad, si nunca he ido al gimnasio, no es muy razonable plantearse que voy a ir todo el año 5 veces a la semana. Quizá puedo empezar por ir un par de veces a la semana y si me gusta, decidir más tarde ampliar el horario. Cuidado con hacer propósitos inalcanzables, agotadores, nada satisfactorios, que no tienen demasiadas probabilidades de llevarse a cabo de una forma drástica como por ejemplo “dejar de fumar el día 1 de Enero, ¡ni un solo cigarro!”. En lugar de esto, irse planteando pequeños objetivos para conseguir el propósito de base nos causaría menos frustración e ir llegando poco a poco y con buen pie a lo que nos proponemos, como por ejemplo “ir reduciendo cada semana la cantidad de cigarros que consumo”
Tercer paso: Planifícate
Una meta sólo te dice “qué hacer” pero no te dice “cómo lograrlo“, no te da el paso a paso para lograrlo en el plano diario, que es lo más importante, ¡así que empieza a diseñar tu plan de acción!
- Planifícate, no te satures a metas y objetivos porque si no ¡será más difícil centrarte en alguno!. No podemos poner en marcha todos los cambios a la vez así que será recomendable para evitarnos estrés o malestar elegir uno o dos propósitos con el objetivo de que sea más fácil desarrollarlos. Centrarse en pocas cosas siempre es más efectivo que intentar hacer muchas. La idea es mantenernos cumpliendo los propósitos durante todo el año, no sólo Enero y Febrero.
- Divide tus objetivos en todos los “sub-objetivos” que puedas y ordenalos a corto, medio y largo plazo, planifica el tiempo y el timing. Una meta que abarque muchísimo y centrarnos solo en el resultado nos pierde la vista del proceso que estamos llevando, quizás no consigo correr 10 km en dos semanas si nunca me he entrenado, dividir esta gran meta en pequeñas metas (1km, 2km con pausas de 2 minutos caminando rápido…) hará que sea más alcanzable en el balance de fin de año que intentar ir a por lo máximo de golpe.
- ¡Cuidado con las expectativas muy alta!, es muy difícil mantener metas tan ambiciosas durante todo el año. La motivación inicial disminuye conforme pasa el tiempo y tu fuerza de voluntad no es suficiente para continuar con este gran propósito.
- Buscar / encontrar motivaciones en la propia actividad que voy a emprender Si la actividad que me propongo emprender, no tiene ninguna motivación en sí misma, para mí es más fácil de abandonarla. Por ejemplo es muy común apuntarse al gimnasio, pero también se puede conseguir el objetivo practicando un deporte, haciendo bailes de salón, aeróbic, etc. y es posible que alguna de estas cosas me resulte más placentera en sí misma que apuntarse al gimnasio.
Cuarto paso: Revisarlos
- Es interesante que cada x tiempo te plantees una jornada de revisar los objetivos y volverte a hacer las mismas preguntas que al principio: ¿aun lo deseo? ¿que tengo que hacer para conseguirlo? ¿qué me está yendo mal? ¿qué me está yendo bien? ¿tengo que modificar, replantearme algo?
- Es importante contemplar que el abandono o la poca energía dedicada a un propósito, no tiene por qué significar el abandono del objetivo que llevó a programar esa actividad, se puede redefinir, elaborar, si quiero conseguir esta meta puedo cambiar el plan de acción a mitad de año de las cosas que estaba haciendo para llegar a ella, y optar por otro camino, además, en alguna medida, el objetivo está satisfecho y en ese sentido, no tiene por qué ser un “fracaso”. Cambiando la perspectiva de “no he bajado 10kilos como me propuse” a “cada día he estado haciendo sentadillas” puede ayudar a no desanimarnos y motivarnos desde un acompañamiento más nutritivo.
En definitiva, a la hora de proponernos cosas que queremos hacer para mejorar este año que viene, hay que tener presente la calidad de estos propósitos, qué está de nuestra mano y cómo podemos hacer para que no se nos haga una montaña inalcanzable, mejor es ir buscando un sendero que nos permita llegar a la cima sin caernos por el precipicio. Sobretodo tener presente que por muchos propósitos que nos hagamos, es muy posible que no lleguemos a ese “ideal” que podemos colocar en un lugar inalcanzable y que es preferible ir mejorando poco a poco algunos aspectos de nuestras vidas, que proponernos un cambio radical que puede ser no realista.
Un propósito de Año Nuevo es un maratón, no un sprint.
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